martes, 17 de mayo de 2011

El que avisa no es traidor

¡El nombre equivocado te puede llevar a pique!


Existen departamentos de marketing que se olvidan de dedicar tiempo y dinero para encontrar la mejor denominación con la que bautizar sus productos y compañías. ¿Resultado? Expresiones malsonantes que provocan risa, y condenan al desastre a la marca.


En 1999 tuvo lugar uno de los momentos más recordados de la historia del marketing. Los hechos ocurrieron durante el Salón del Automóvil de Tokio en la presentación de un pequeño utilitario de Mazda, que fue bautizado con el asombroso nombre de Laputa. No contentos con las risas que la propia denominación generó entre los hispanoparlantes asistentes al acto, los directivos de la firma nipona añadieron más al fuego con eslóganes míticos como “posee un cuerpo diseñado para resistir impactos frontales”, “se ha mejorado la seguridad y ampliado su interior” o, el mejor de todos, “Laputa: su mejor compañía en viajes largos”. Como era de esperar, su denominación convirtió al Mazda Laputa en un sonoro fracaso entre españoles y latinoamericanos.


A pesar de esta historia, el sector automovilístico es propenso a este tipo de meteduras de pata. Entre las más destacadas figuran el Opel Manta, el Mitsubishi Pajero (sustituido por el Montero, para evitar las risas), El Nissan Moco, el Ford Pinto (significa pene en portugués), el AMC Granlin (significa diablillo o duende travieso) y, más actual, elVolkswagen Jetta.
Fuera del mundo del motor, también es fácil dar con nombres malsonantes tales como una empresa de embutidos llamada Morte, una constructora que responde a la siglas de CAE, la línea de bolígrafos del fabricante Zebra Pen, conocida como Sarasa, el dentífrico Colgate (significa cuélgate en Argentina), y los recientes medicamentos Ymea(que no tiene relación alguna con la vejiga, sino con la menopausia), y Allí (comprimidos que ayuda a reducir peso, aunque por su nombre podría tratarse de cualquier otra cosa).


Como se puede ver, ninguna empresa, ya sea una PYME o una gran multinacional, está libre de pecado a la hora de denominar un producto, lo que para algunos constituye un tremendo handicap. “Sin nombre no hay marca”, asegura Francesc Arquimbau, fundador y director de Nombra, una de las pocas empresas especializadas en el sector

No le falta razón. La historia está repleta de ejemplos de nombres que han ayudado a las empresas a triunfar. Uno tiene como protagonista a Fernando Beltrán, el fundador de El Nombre de las Cosas. Hace unos años le contrataron para que pusiera nombre a un sitio recién inaugurado al que no iba nadie. El lugar se llamaba Parque Biológico de Madrid, y sus responsables empezaban a pensar en el cierro por falta de visitas. “Fui a verlo y resulta que allí había un Polo Norte en miniatura y hasta una miniselva con monos. El parque era estupendo, pero ¿qué padre llevaría a un niño pequeño a algo llamado parque Biológico de Madrid?”, recuerda Beltrán. Sin duda lo que fallaba era el nombre, y así nació Faunia que, muchos años después, sigue abierto.


Nereida Domenech

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